martes, 12 de septiembre de 2017

CONVERSACIÓN AMABLE

Amigos


Puede que el verdadero amor no sea otra cosa sino una conversación que aspira a hacerse infinita. Sin amigos, la vida que llevamos decae, se hace inhumana, apenas merece la pena de ser vivida. Por eso es necesario que mejoremos nuestra capacidad para la conversación: para ganar amigos o para conservarlos.

Los coloquios entre hombres y mujeres hacen crecer el sentido de humanidad. La conversación humaniza.

La conversación limita el egoísmo y modera el orgullo, pues al dialogar nos damos cuenta de que nuestra opinión es parcial y nuestro punto de vista incompleto. Los demás no tienen por qué compartir la extraordinaria o la pésima opinión que tenemos sobre nosotros mismos. Por eso, la conversación corrige la autoestima y nos anima si estamos “bajos de moral”.

A medida que nos vamos educando y civilizando, la conversación sustituye al contacto físico y la discusión a la agresión, en un proceso de racionalización e idealización. La capacidad para el diálogo supone competencia moral porque en el diálogo están presentes dos valores imprescindibles para la democracia: La solidaridad y la justicia. Si dialogamos con voluntad de entendernos lo hacemos buscando soluciones justas para todas las partes en comunicación, comprometiéndonos en el acercamiento de posiciones y en la aplicación de las soluciones que acordamos. Dialogando buscamos modos de convivencia equitativos.

El acuerdo, el consenso, es señal de verdad en cuestiones prácticas, siempre que se den una serie de condiciones: a) que no medien coacciones ni amenazas; b) que haya sincera intención de llegar a un acuerdo y compromiso con sus efectos; y c) que no haya mentiras, hipocresía o simulación.

El halago y el insulto son los límites de la conversación. El halago es una especie de mentira. Le decimos al interlocutor lo que desea o espera oír, por interés o por miedo, a sabiendas de que no es la verdad. La adulación es una forma perversa de persuasión.

Cuando insultamos ya no usamos las palabras como signos, sino como armas, buscamos la humillación del otro, le arrojamos palabras y frases como dardos para herirle. Quien insulta ya no dialoga.

Para dialogar de forma creativa hace falta un esfuerzo de imaginación: el de ponerse en lugar del otro. Esto significa renunciar a verlo todo desde el “ombligo” de los propios intereses, pasiones y prejuicios, mientras no sirvan para todos y el otro no los comparta. Significa también el reconocimiento de que el otro tiene derecho a recibir explicaciones razonables y a expresarse libremente. Dialogar exige franqueza, ánimo veraz y buena voluntad, la capacidad crítica de ir evaluando las aproximaciones al acuerdo y la esperanza de alcanzar soluciones que nos convengan a todos. Dialogar es lo que los humanos pueden hacer para cooperar en la consecución de fines comunes, y los animales no.

Muchos ven más que uno solo. He aquí la colección de consejos que he podido recoger de los ejercicios de mi alumnado de Cambios Sociales cuando les pregunté por reglas para mejorar la conversación:

-Respeto: no insultar ni amenazar (Paqui, Cristián)

-Guardar el turno para hablar y no interrumpir al otro (Raquel, Ana)

-Saber escuchar (Mercedes, Alba)

-Escribir, leer y relacionarse (Silvia). ¡Claro! La conversación puede ganar profundidad y precisión si es escrita; además, leyendo podemos ampliar los temas de conversación y mejorar nuestra capacidad de expresión.

-No hablar de lo que molesta al interlocutor (Natalia Expósito)

-Saber explicarse y expresarse (Mercedes)

-Simpatía y hablar de lo que se comparte (María Dolores Gómez)

-No mentir (Jesús)

-Respetar los puntos de vista y las ideas de los demás (Jesús, Juan)

-No gritar (Valentín, Mónica Díaz)

-Hablar con vergüenza, sin usar palabrotas ni llegar nunca a las manos (Valentín)

-Razonar bien (José Manuel)

-Comprensión de lo que dice el interlocutor (Natalia Jiménez)

-Pensar lo que se dice (María Dolores Alhambra). Un dicho pragmático recomienda: “Piensa todo lo que digas, pero no digas todo lo que piensas”

Algunas de las normas que aporta el alumnado son ambiguas, por ejemplo Almudena dice que “hay que hablar correctamente”, pero no sabemos si se refiere a reglas de moralidad (hablardecentemente) o a reglas gramaticales (ser preciso, usar un vocabulario rico, respetar las reglas sintácticas…).

Maledicencia


No toda conversación es amable. Se puede hablar para escupir maldiciones, o para murmurar contra la honra de otros. Hablar mal de los demás para desacreditarlos públicamente, o “cortarles un traje” mientras no pueden defenderse porque están ausentes, son prácticas tan corrientes como cobardes, sobre todo si suponen, como suele suceder, invenciones y mentiras. Se puede hablar mal de los demás por resentimiento, odio, envidia, ansia de venganza…

La maledicencia puede hundir a las personas en el desprecio y aislarles de los demás. Los rumores y murmuraciones, en los pueblos o en comunidades muy cerradas, pueden hacer mucho daño. La lengua puede herir tanto o más que la espada.

Hablar mal de las mujeres (sea por miedo, por resentimiento o por odio, misoginia), como si todas fueran veleidosas o falsas; o de los hombres, como si todos fueran egoístas y perversos; o hablar mal de los políticos, como si todos fueran corruptos; de los curas, los médicos o los maestros, son también tipos diversos de maledicencia, a la que somos demasiado dados los españoles, tal vez por envidia…, o por celos profesionales, como cuando un escritor habla mal de otro o un zapatero de otro zapatero…

Sobre la maledicencia, la mala costumbre de maldecir y murmurar de los demás, el autor de este blog escribió un artículo en el Diario Jaén (5 de junio de 1994), que ahora pongo a disposición de mis alumnos de Cambios Sociales como lectura complementaria…

http://sites.google.com/site/sofoteca/solilunio-1

Cuestionario

1. Explique por qué la conversación limita el orgullo a la vez que nos anima. 2. ¿Qué competencias morales supone la habilidad para dialogar? 3. ¿Cuando un acuerdo nos compromete y obliga? 4. ¿Por qué motivos solemos hablar mal de los demás? 5. Ponga ejemplos del daño que puede hacer la maledicencia. 6. ¿Por qué las conversaciones telefónicas y el “chateo” se prestan tanto al malentendido? 7. Comente el refrán “difama que algo queda”.8. Dependen nuestra fama, honra y bueno nombre de lo que los demás dicen de nosotros, ¿nos importa el qué dirán? 9. ¿Qué son las “recomendaciones”? ¿Tienen importancia en la vida social y laboral? 10. Cuando dejamos de hablarnos con alguien, ¿quiere decir esto que renunciamos a influirle y a que nos influya? 11. ¿Pueden servir las palabras también para tender velos y enmascarar sentimientos? 12. ¿Qué papel desempeñan los “cumplidos” y los piropos en las relaciones interpersonales? 13. ¿Qué cumplidos suelen hacerse hoy los jóvenes? 14. ¿Cuáles son los insultos más frecuentes? ¿Qué insulto no puede usted sufrir?


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