martes, 12 de septiembre de 2017

AMOR SUBLIME


Beatriz y Dante. Escena de la Divina Comedia.
Edición a partir de un grabado mejicano


El amor es una fuerza poderosa que nos impulsa a la procreación, a la creación y a la veneración. La verdad (biológica) del amor son los hijos (Hegel). Su función primitiva es pues la reproducción, mediante la cual los genes se replican y combinan buscando su perpetuación, así como el cuidado y la educación de la prole. De la fortaleza del vínculo erótico que une a los padres se benefician los cachorros humanos que así, dependientes durante largos años, pueden, protegidos y orientados, dedicarse al juego, formar su espíritu y refinar sus costumbres.

Pero las obras de arte y los artificios del ingenio humano, incluidas las leyes que hacen posible la vida política, no deben menos al amor. Ese “anhelo de engendrar en la belleza” es también “ansia de inmortalidad” (Platón) por medio de todas nuestras acciones constructivas. Todo lo que hacemos grande y hermoso, lo hacemos por amor.


Un ejemplo extraordinario de amor sublime es el que ofreció el italiano Dante Alighieri en su relación con Beatriz. La vio con 9 años y a los 18 tuvo su segundo encuentro. Suficientes para que la hiciese protagonista de una parte importante de su obra literaria y sobre todo de su Divina Comedia. En el Paraíso (tercera parte de la Divina Comedia), escrito entre 1313 y 1321, es Beatriz, que murió con 24 años, tal vez de parto, la guía e interlocutora principal del poeta.

La Divina Comedia está considerada como una de las obras maestras de la literatura universal. Muchísimos de los mejores pintores e ilustradores se han inspirado en ella. Está dividida en 3 partes o cánticos (Infierno, Purgatorio y Paraíso), que se dividen en cantos compuestos de tercetos en dialecto toscano, matriz del italiano actual. En el poema, Dante personifica la humanidad; el poeta latino Virgilio, la razón; y Beatriz, la fe y la sabiduría.

“Beatriz” significa “dadora de felicidad” o “beatificadora” y en el Paraíso instruye al poeta con sus sutiles argumentos filosóficos y teológicos. Dante, que se casó con Gema Donati en 1291, con la que se comprometió a los doce años, y de la que tuvo cuatro hijos, sublimó sin embargo a su amada Beatriz convirtiéndola en su musa poética, su intercesora, y su madre sabia y protectora. En opinión de muchos críticos toda la fuerza y la belleza del grandísimo poema que es la Divina Comedia tuvo su origen en este amor espiritualizado que sintió Dante por Beatriz.


Texto

Habíase hecho mañana en una parte del orbe; y en la otra, noche, y todo era blanco en un hemisferio y negro en el otro, cuando vi a la izquierda a Beatriz, que se había vuelto a mirar el sol, de manera que nunca águila alguna lo contemplara con tal fijeza. Y como del rayo que se refleja sube a lo alto un segundo rayo, como peregrino que en regresar medita, así de aquel acto suyo se reflejó en mi estimativa la altísima virtud y pude fijar la mirada en el sol más de lo que a los hombres nos es lícito. Muchas cosas pueden en aquel mundo nuestras facultades, que aquí les están vedadas: y eso ocurre por benéfica influencia del lugar que restaura y eleva a la especie humana. No sostuve mucho tiempo la mirada, pero tampoco un espacio tan breve que no pudiera ver cómo el disco solar lanzaba chispas en derredor, como un hierro calentado al rojo; y de pronto me pareció que a la luz del día se sumaba nueva luz, como si Dios hubiese adornado el cielo con otro sol.

Beatriz miraba fijamente las eternas esferas, y yo fijé mis ojos en ella, desviándolos de allá arriba: contemplándola, me transformé interiormente, como Glauco al gustar la hierba que le hizo en el mar compañero de los otros dioses. No es posible significar con palabras el acto de pasar a un grado superior la naturaleza humana [transhumanar no se podría significar por palabras]; pero baste el citado ejemplo a quien la gracia divina reserva tal experiencia. Si de mí estaba sólo aquello que de mí creaste primero, lo sabes tú, ¡oh Amor que riges el cielo a que me levantaste!

Cuando la rueda que siempre mueve tu deseo me atrajo a sí con la armonía que todo lo rige y modera, me pareció entonces que gran parte del cielo estaba tan encendida por el fuego del sol, que ni lluvia ni río embalsó tanta zona al inundarse. La novedad del sonido y la gran luz encendieron en mí un deseo nunca sentido con tanta fuerza. Por lo que ella, que en mí veía como yo mismo, abrió su boca para tranquilizar mi excitado ánimo antes de que yo se lo pidiera, y comenzó a decir:

-Tú mismo te alucinas con tus falsas imaginaciones, por lo que no ves lo que habrías visto si las hubieras desechado. No estás ya en la Tierra según te figuras, pero ni el rayo, cayendo de su esfera, correría como tú corres a tu centro.

Y si aquellas breves y sonrientes palabras desvanecieron mi primera duda, caí en seguida en otra, por lo que dije:

-Satisfecho queda mi ánimo con respecto a la luz y al sonido que me admiraron tanto, pero ahora provoca mi extrañeza cómo puedo atravesar esos cuerpos leves.

Ella, al oírme, suspiró apiadada y me miró con el gesto que una madre suele hacer ante un hijo que delira, y repuso:

-Todas las cosas mantienen entre sí un orden, que es la forma que hace semejante el universo a Dios. Aquí las más altas criaturas ven la horma del eterno poder, que es el fin a que tiende cuanto has visto y ves ahora. Todas las naturalezas se inclinan a ese fin de diversas maneras, con impulso mayor o menor, según su vecindad. Se mueven como naves hacia diversos puertos por el inmenso mar del Ser, guiadas por un seguro instinto. Este instinto conduce al fuego hacia la Luna; promueve los primeros movimientos del corazón de los mortales, y es el que concentra y hace compacta a la Tierra. Y este arco se dispara, no sólo con las criaturas desprovistas de inteligencia, sino con las que tienen inteligencia y amor. La Providencia, que gobierna todo movimiento, mantiene en quietud con su luz el cielo, hacia el que gira quien con mayor prisa corre; ahora, como a fin que nos ha sido decretado, nos lleva allí la fuerza del instinto que tiende al objeto celeste. Aunque es verdad que como a veces no concuerda la forma con la intención del arte, porque la materia es sorda para contestar, por eso de esa tendencia se aparta en ocasiones la criatura, que tiene libre facultad de doblarse hacia otra parte. Y así como de una nube se ver caer el rayo, así el primer ímpetu puede volverse a tierra desviado por un falso placer. Si bien juzgo, no debes admirarte más por tu leve ascensión, que de ver a un río descender desde lo alto del monte hacia el abismo. Lo maravilloso en ti sería que, libre como estás de todo impedimento, quedaras sentado en el fondo, como lo sería el que una viva llama permaneciese quieta y apegada a la tierra.

Y dicho esto volvió el rostro al cielo.

Bibliografía

He usado para la transcripción del texto las traducciones de M. Aranda Sanjuán (Espasa-Calpe, colección Austral, Buenos Aires, 1952), y la de Francisco José Alcántara (Mail Ibérica, Barcelona, 1968).

Cuestiones

1. ¿Cómo describe Dante el Paraíso? 2. ¿Cómo transforma Beatriz al poeta? 3. ¿Qué atributos asigna el autor al Amor? 4. ¿Qué papel juega el Amor en el orden cósmico? 5. ¿Por qué se mueven las criaturas irracionales? 6. ¿Y las racionales? 7. ¿Hacia adónde apunta el instinto de las criaturas provistas de inteligencia y amor? 8. ¿Puede torcerse ese primer ímpetu?, ¿por qué? 9. ¿Cómo se describe al fin del primer canto, lo maravilloso?

María Zambrano recuerda al Dante:

"'Incipit vita nova', escribió Dante en el cuaderno original de su 'Vita Nova' tras la muerte de Beatrice, depositaria del absoluto amor, del amor en su pureza; un amor que le exige recorrer los últimos lugares del universo, más allá de las fronteras de lo que hoy se entiende por humano, del establecido concepto del hombre nacido de la renuncia, de la reducción calculadora, hoy tan dada a perderse de vista, dejando a sus creyentes sin lugar alguno ya que no sea el de servirla. Y sin amor".

Notas de un método, Mondadori, Madrid 1989, pg. 24.

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